Existe una creencia popular de que un embarazo sano es un embarazo “tranquilo” que a veces llevaría de la mano la inactividad física. Pero esto, está dejando de ser así. Desde hace mucho tiempo se ha relacionado el buen embarazo y el parto sencillo con el ejercicio físico. En el siglo III a.C., por ejemplo, Aristóteles atribuyó ya los partos difíciles a un estilo de vida sedentario. Con el paso del tiempo, el vínculo entre ejercicio físico y embarazo ha ido evolucionando y adaptándose a lo que las investigaciones han ido descubriendo. En la actualidad existen muchos estudios que fundamentan la prescripción del ejercicio físico en las gestantes, asegurando mínimos riesgos y grandes beneficios.
Y es que el embarazo es un buen momento para cuidarse, que lleva de la mano la actividad física y la alimentación. Durante este periodo de la vida las mujeres sufren cambios hormonales, fisiológicos y emocionales. Es una etapa personal en la que generalizar es algo complicado, porque como bien dicen los ginecólogos, “ningún embarazo es igual que otro”. El primer paso es el consentimiento del médico, el aliado de la embarazada durante este periodo de su vida. Una vez obtenido la futura madre debe ser consciente de que su situación fisiológicamente no es la misma que antes del embarazo.
Respondamos algunas de las dudas más frecuentes que la embaraza se hace sobre esta cuestión.
¿Qué debe tener en cuenta una embarazada antes de hacer ejercicio?
Esta es una buena pregunta con la que comenzar esta publicación. El punto de partida que debe tener en cuenta cualquier mujer embaraza antes de comenzar o continuar realizando ejercicio es contar con el consentimiento de su médico, el único responsable con autoridad legal para determinar cualquier contraindicación para realizar ejercicio de forma segura. No podemos olvidar que el embarazo es un estado progresivo y cambiante que requiere de un control médico periódico, sin el cual no deberíamos intervenir los entrenadores o las mujeres empezar o continuar a realizar ejercicio. A partir de ahí, cualquier embaraza debe tener en cuenta que este periodo tan único no es el momento para proponerse alcanzar grandes rendimientos, marcas o retos deportivos, sino para incorporar o mantener un estilo de vida saludable donde la práctica de ejercicio regular de intensidad moderada es una piedra angular.
Sobre el posible riesgo que pudiera conllevar realizar ejercicio físico durante el embarazo, algunos pocos estudios han podido constatar signos de alarma, como descensos del flujo sanguíneo uterino, descensos de la frecuencia cardiaca intrauterina, o pulsatilidad de la arteria umbilical durante la realización de ejercicio de alta intensidad aeróbica en mujeres deportistas altamente entrenadas. Por el contrario, cuando la intensidad del ejercicio es moderada la investigación más reciente no ha podido constatar ningún efecto adverso sobre el desarrollo fetal, el peso del neonato al nacer, la duración o tipo de parto, la prevalencia de abortos espontáneos, o el tiempo gestacional. En definitiva, los beneficios derivados de hacer ejercicio bajo control médico, supervisión especializada y con sentido común superan ampliamente los riesgos que pudiera conllevar. Además, los posibles riesgos, como comentaré más adelante, son fácilmente reducibles.
Si no hemos hecho ejercicio nunca, ¿el embarazo es el mejor momento para empezar?
De nuevo, si el embarazo es o no el momento óptimo para empezar con un programa de ejercicio es algo que el médico deberá decidir individualmente con cada embarazada. No obstante, es cierto que el primer trimestre (en especial las primeras 8-10 semanas) es el momento de la implantación fetal y supuestamente podría ser más vulnerable a cualquier “agente” externo que lo amenazase. Por precaución, algunas entidades y profesionales médicos desaconsejan comenzar a realizar ejercicio durante ese primer trimestre en mujeres previamente sedentarias, en espera de comprobar que la implantación haya procedido con éxito y que durante esas semanas no haya habido ninguna señal o amenaza de aborto. En otras ocasiones, en mujeres previamente sedentarias, se argumenta que sería conveniente que iniciaran su práctica de ejercicio en el segundo trimestre para que el malestar típico del primer trimestre (por ejemplo, naúseas) haya remitido, y de este modo las molestias adicionales que pudiera conllevar iniciar un programa de ejercicio no afectaran la adhesión y cumplimiento del mismo. Esto último, es solamente una recomendación esgrimida por algunos especialistas, pero no un argumento de peso extensible a todas las mujeres embarazadas.
Por el contrario, una mujer que ya viniera practicando ejercicio regularmente con anterioridad a su embarazo es mucho menos probable que “hacer ejercicio” de intensidad moderada, y de las características que iremos comentando, pudiera suponer un riesgo añadido a su estado.
D. Guillermo Peña
Licenciado Ciencias Actividad Física y Deporte
Doctorando en Ciencias de la Actividad Física y Deporte
Master Alto Rendimiento Deportivo
Master Entrenamiento Personal, Prevención y Readaptación Físico-Deportiva
Posgrado Actividad Física y Salud