La diabetes mellitus (DM) es una enfermedad crónica de tipo endocrino-metabólica, caracterizada por una concentración anormalmente elevada de glucosa en sangre (hiperglucemia), producida por un déficit relativo o absoluto de insulina en el páncreas. La prevalencia creciente de la DM en todo el mundo ha llevado a una situación pandémica en la que aproximadamente 371 millones de personas padecen esta enfermedad en la actualidad y, de ellas, más del 95% tendría diabetes tipo 2 no-insulinodependiente. Además, se pronostica que estas cifras vayan a aumentar hasta 552 millones en el año 2030 y sucesivamente, y que alrededor de la mitad de las personas que la padezcan desconocerán su diagnóstico.
La DM afecta a múltiples órganos y sistemas causando numerosas complicaciones micro (retinopatía, nefropatía, neuropatía, disfunción eréctil) y macrovasculares (enfermedad coronaria, enfermedad cerebrovascular, enfermedad arterial periférica) para la salud, con las consecuencias fatales que pueden conllevar (ceguera, amputaciones de miembros, etc.). Todas estas complicaciones llevan asociadas un incremento del 60% de la tasa de mortalidad en pacientes con DM tipo 2, de forma que 2/3 de las muertes entre pacientes diabéticos se atribuyen a enfermedades coronarias. Particularmente, la DM tipo 2 está estrechamente relacionada con el exceso de peso graso, y más concretamente con la obesidad abdominal-visceral, de ahí que se haya establecido una estrecha relación entre la obesidad y la DM tipo 2 (ojo, ser obeso aumenta de 3 a 7 veces el riesgo de desarrollar DM tipo 2).
En definitiva, la mayoría de casos de DM tipo 2 ocurren en un contexto de estilo de vida occidental, dietas ricas en grasas y escaso ejercicio físico. De ahí que la terapia dietética, la farmacoterapia, y el ejercicio físico sean los métodos de intervención comúnmente utilizados para el tratamiento y control de esta enfermedad. Específicamente, el ejercicio físico es un componente fundamental e integral para los pacientes con DM tipo 2 por reducir transitoriamente los niveles elevados de glucemia y disminuir el riesgo cardiovascular al actuar sobre factores de riesgo asociados a la diabetes (obesidad, hipertensión, dislipidemias). En este sentido, tanto el ejercicio de resistencia de intensidad moderada (pedalear, correr-andar, nadar, etc.) como el entrenamiento de la fuerza muscular realizados regularmente son igualmente efectivos y complementarios para el control de la enfermedad. No obstante, un programa de ejercicio pautado y supervisado por especialistas en ejercicio físico será siempre recomendado para garantizar una mayor eficacia y seguridad.
Guillermo Peña García-Orea
Doctorando en Actividad Física y Salud (Universidad de Murcia)
Co-autor del libro “Entrenamiento de la fuerza para la mejora de la condición física y salud” (Ed. Círculo Rojo)
Máster en Alto Rendimiento Deportivo (COE – Universidad Autónoma de Madrid)
Máster en Entrenamiento Personal, Prevención y Readaptación Físico-Deportiva (Universidad Isabel I de Castilla)
Licenciado en Ciencias de la Actividad Física y del Deporte (Universidad de Granada)
Diplomado Maestro – especialista en Educación Física (Universidad Complutense de Madrid)
Posgrado Actividad Física y Salud (Universidad de Granada)
Certificado NSCA-CPT