El menisco es un cartílago situado en el interior de la articulación de la rodilla. Tiene forma semilunar y su principal función es aumentar la profundidad de la superficie relativamente plana de la parte superior de la tibia. El menisco distribuye las fuerzas transmitidas a través de la rodilla: soporta alrededor del 40% de la carga que recibe la articulación. Además interviene en la estabilidad a la rodilla.
En la rodilla hay dos meniscos (interno y externo), que actúan como un cojinete entre el fémur y la tibia disipando la fuerza del peso corporal transmitida desde el muslo hasta la pierna. Esta capacidad del menisco para repartir la fuerza sobre las superficies articulares es importante porque protege al cartílago articular de un desgaste excesivo. Sin el menisco, la concentración de las fuerzas sobre un área de pequeño tamaño del cartílago articular puede dañar la superficie, conduciendo a su degeneración (artrosis).
El menisco también aporta estabilidad a la articulación de la rodilla. Transforma la superficie tibial en una cavidad profunda. Una cavidad es más estable que una superficie plana. En ausencia del menisco, el fémur, con forma redondeada, podría deslizarse más libremente sobre la superficie plana de la tibia.
El menisco puede romperse de varias formas. Puede desgarrarse todo el borde interno en lo que se denomina una “rotura en asa de cubo”. También puede desprenderse un colgajo de su borde libre, o la rotura puede ser degenerativa, donde una porción del menisco está dañada y desgarrada en múltiples direcciones.
En caso de rotura, la rehabilitación es fundamental y es prescripción médica después de una intervención quirúrgica.
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